Nuestra hija mayor descubrió el amor por su pulgar desde muy pronto. Durante una ecografía, nos sorprendió verla chupándose el dedo. Cuando era bebé, era muy práctico para ella (y también para nosotros) que usara el pulgar para tranquilizarse. También probamos el chupete, pero  la niña nunca lo aceptó y nosotros tampoco pudimos acostumbrarnos.

Cuando llevamos a nuestra hija al dentista por primera vez, nos recomendó que debía dejar de chuparse el dedo a los tres años, lo cual no fue nada fácil cuando te has acostumbrado a tu pulgar. 

Este libro surgió de muchas de las ideas e historias que le contamos a nuestra hija mientras intentaba dejar el hábito.

También leímos con ella los pocos libros infantiles ya publicados sobre el tema de chuparse el dedo. Pero considerábamos que era muy importante que la succión del pulgar no se viera de manera negativa ni se etiquetara como algo de lo que avergonzarse. No queríamos decirle a nuestra niña que su método para calmarse era vergonzoso o malo.